Bailes y fandangos


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UNA COLABORACIÓN DE SANTIAGO PAZOS CARRILLO

 
Y con ojos que se reían y con caras que se reían y patas,
y patas que no se reían, estaban los insectos metálicos,
royendo, royendo y royendo mi alma, la pobre,
zumbando y royendo el cadáver de mi alma que no zumbaba y que no roía,
royendo y zumbando mi alma, la pobre, que no zumbaba, eso no, pero que
/al fin roía, roía dulcemente
— Dámaso Alonso, Los insectos.
 

Oiga, Señor, en mi barrio las fiestas de la fundación española de Quito se celebran con grandes bailes, los músicos se ponen encima de las tarimas y tocan toda la noche, las vecinas salen con su bombona de gas y una cocineta y venden empanadas de viento, canelazo y naranjillazo y ni qué decir de las quiteñas.

El clima en Quito es, para ponerlo en palabras bonitas y no ofenderle, mojigato. La mañana es fría, luego caliente; al mediodía sigue igual; en la tarde y en la noche lo que convenga para la naturaleza, pero por suerte, con o sin frío, se toman estos cócteles.

El canelazo con aguardiente no me gusta, pero el naranjillazo con puntas, ni se diga. Las puntas es el nombre utilizado para el alcohol etílico serrano. Recuerdo que una de las mejores que probé fue cuando estudiaba literatura en la universidad. Era una tarde, en una clase de historia del siglo XVIII, el docente parado junto al escritorio, su maleta marrón encima del mismo, recitaba interminablemente los cambios producidos por el régimen borgoñón en la Real Audiencia de Quito. Todos salimos con ganas de saciar nuestra sed o, en todo caso, de calmar la ansiedad académica provocada.


Un compañero nos había ofrecido unas puntas de buena calidad, añejadas con hojas de menta un par de meses, guardadas en pondo y dentro de la tierra. En El Arbolito, el parque que queda junto a la Casa de la Cultura Ecuatoriana, un par de docentes y alumnos estaban subidos en la Esfera de movimientos oscilantes, escultura que siempre me recordó al poema español de Los insectos, mientras tanto degustaba este licor y observaba a los péndulos humanos.

Mi fascinación por el naranjillazo llegó a límites insospechables, pasé varios meses experimentando en una cocina con varios licores y beodos para tener una buena bebida, concluí que con el único aguardiente que se alcanzaba un óptimo resultado era con puntas. Pienso que existen un par de condiciones para que sea un naranjillazo de calidad superior; es decir, un buen cóctel del Averno. Primero, las naranjillas deben estar bien maduras; segundo, debe haber una buena cantidad de canela en rama, algo de clavo de olor, pimienta dulce y el azúcar o la panela, este último ingrediente depende de la claridad deseada; y, tercero, un licor de más de cuarenta y cinco grados alcohólicos; es decir, puntas.

Mire usted, pero aquí tenemos un problema…

Si sé, las puntas no tienen registro sanitario, no son legales y son peligrosas por sus consecuencias nocivas o mortíferas en el homo sapiens o, también conocido, homínido light. He ahí el asunto del Averno. 

Las puntas tienen historia o, al menos, se deduce su trayectoria. Jorge Juan y Antonio de Ulloa mencionaron, en 1735, la vida licenciosa de los clérigos quiteños… deje ver, ah…ya, aquí tengo los textos: Estos fandangos o bailes son regularmente dispuestos por los… religiosos, aunque en verdad están lejos de serlos; estos hacen el costo, concurren ellos mismos, y juntando a sus concubinas arman la función en una de sus mismas casas. Luego que empieza el baile empieza el desorden en la bebida de aguardiente y mistelas, y a proporción se calientan las cabezas, va mudándose la diversión en deshonestidad y en acciones tan descompuestas y torpes, que sería temeridad el quererlas referir, o poca cautela el manchar la narración con tal obscenidad….

Le comento que el término puntas es de larga data, así lo confirma el testamento encontrado en el Archivo Nacional del Ecuador de Margarita Vallenas del 2 de mayo de 1804: Declaro que asimismo me deve Justa Mogollon tres pesos dos reales, para darme en Puntas; y es mi voluntad el que se le cobre en dinero, ó en otras puntas. Ella tenía una tienda de mercadería en Quito y vendía entre otras cosas raspaduras, cacao molido, etcétera.


 
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Pero los quiteños siempre hemos tenido la fama de tener la fiesta a flor de piel y ser guiados por “Eros”, Julian Mellet, un viajero francés que estuvo en 1815 por estas tierras indicó sobre las costumbres de nuestros ancestros: en una ciudad como Quito, en donde la ciencia y las artes, y sobre todo el dibujo y pintura, llegan á la última perfección… es muy asombroso que los habitantes, lejos de ser espejos de virtudes, sean al contrario vasos de corrupción por lo depravado de sus costumbres… Están devorados por el amor al juego y á la bebida… se entregan con exceso á este último vicio… El puro consiste en una reunión de personas de ambos sexos que se encierran en una casa donde abundan toda clase de comestibles y bebidas y donde el que come y bebe más adquiere más méritos que los demás; se acuestan, y la licencia desordenada empieza al día siguiente con mayor exceso y dura de la mañana hasta la noche. Así pasan doce ó quince días sin salir… No creo deber decir lo que pasa en esas reuniones, el lector, sin duda se formará una idea…. Y como la costumbre indicaba, cuando se acababa el dinero para comprar el líquido generoso, se empeñaban los objetos de valor, como hoy sucede con las cédulas y los relojes.

Casi cien años después de los bailes descritos por Ulloa y Juan, el viajero Adrián Terry en 1832 mencionó que en Quito las bodas sucedían de la siguiente forma:

Les preguntamos si podían dejarnos ver por un corto tiempo, y nos contestaron que estarían alegres de recibirnos, pero que si entrábamos, teníamos la obligación de seguir la costumbre de que todos deben quedarse hasta que la fiesta se acabe, ya que no se permite a nadie cruzar la puerta hasta el término de la celebración, la misma que nunca dura menos de cuatro días y a menudo hasta seis u ocho. Como no teníamos el menor deseo de pasar por tal castigo, nos vimos obligados a contentarnos con una descripción. Después de realizada la boda durante la mañana, todos los invitados van a la casa del novio y pasan todo el día bailando y bebiendo chicha y aguardiente. A la noche el novio y la novia tienen permiso de retirarse, es entonces cuando empieza la batahola, que pronto se vuelve “intensa y feroz”. El que puede bailar y beber más es el más aplaudido. En la actualidad ya no nos aplauden.

Otro extranjero en 1847, Gaetano Osculati, hizo hincapié en las fiestas quiteñas: Las mujeres son más bien hermosas y muy sociables. Se habla simultáneamente en español o en quichua, la lengua de los Incas. El aguardiente, el chocolate, las confituras, constituyen pasiones dominantes; la costumbre de fumar está generalizada aún en el bello sexo, en fin, parece que esta vida de excesos terminó…


Otras colaboraciones de Santiago Pazos Carrillo:

 

Impresiones Culinarias: Del sabor terroso al sabor metálico

 

Emilias

Revista Chiú